miércoles, 6 de febrero de 2008

LA MADRIGUERA Y LA NOCHE

De todos los cortes, el de la tijera y el papel, el de los metales entre si o tantos otros no creo que haya uno más chirriante, uno que exaspere tanto a los pelos en nuestros brazos… y estoy hablando del de un sonido cortando a otro, peor aún, no creo que creo que exista sonido más destructivo para los sentidos que el de un sonido cortando esa ausencia total de sonido que es el silencio. Y ni pensarlo si estamos hablando de ese silencio particular, ese de la noche platense. Esa ausencia de sonidos, o presencia de algunos y solo algunos; Esos permitidos por la estética de la noche, ya sea el rugir de una moto de vez en cuando, el frenazo de un automovilista desprevenido, el cotorreo de un grupo de amigos que pasa caminando, hasta algún grito esporádico. Pero este grito no era de esos que acompañan con la estética de la noche y la ciudad. Este grito cortó chirriante con ese silencio de sonidos permitidos. Y entonces la salida del sueño, y el roedor (para suponer que no eran roedores) en la madriguera su madriguera, su seguridad. Los pelos erizados de la piel y ese momento extraño donde lo surrealista se entremezcla con lo otro y un ..xilio para luego un ¡Auxilio! Y otro más y el despertar agitado de cuando la violencia nos toca las puertas del sueño dentro de nuestra madriguera, nuestra “felicidad/seguridad” y ¡Auxilio! De voz desgarrada, evidencia de un suceso nefasto ¡Auxilio! Y la cabeza del recién levantado, que ya alerta sale de ese estado de entresueño y presta atención desde los pies de la cama. ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Alguien llame a la policía! ¡Auxglll! La desesperación y el llanto que superan al grito y entonces una intermitencia de silencio ¿Habrá terminado? Para luego volver a empezar, rasguñando el oído la violencia, la perturbación, la falta de estética del silencio que ya no es y entonces plantea la duda. ¿Violación? ¡Auxilio! Y la imaginación que hace lo suyo ¿Robo? ¡PABLO! ¡PABLOOO! ¿Robo y muerte? Y entonces un “por favor que termine” y el instinto de conservación y alguien irá o ¿Yo tendría? Y el saber que tendría, luego el cargo de conciencia –podría hacer algo- y si no lo hace –nadie se da cuenta- y el momento intimo de hacerse el dormido ¡Auxilio alguien que me ayude! ¡Pablooo! (desgarrada y llanto) para mentirse a uno mismo. ¿Salir de su seguridad, de su madriguera? ¿Quién la mando a andar a esas horas por la calle? ¿Violación? ¿Quién la mando a cagarme la noche? ¿Soy suficiente? Que difícil que es mentirse a uno mismo y ¡Auxilio! Los pantalones por la mitad y las sirenas y entonces esperar un poco y el silencio, el de la sirena y el grito. ¡Silencio al fin! Silencio permitido. El reloj que marca las tres y volver a la cama, más tranquilo, el pasado esta a cargo de otros y entonces acostarse. Pero las vueltas en la cama, inevitables en la humedad la noche, la humedad de la duda, del ¿Que habrá pasado? Y de la futura dependencia del diario matutino para evadir el cargo de conciencia o sufrir las consecuencias. Ya no se sintió tan seguro en la “seguridad” de la madriguera, la violencia había tocado su puerta y él se había mostrado débil muy débil, demasiado para su conciencia.
Seguro no fue el único que miró el diario a primera hora de la mañana.

//malaprendidos//

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