lunes, 28 de mayo de 2007

¿POR QUE MAL APRENDIDOS?

Se besaban y aquel era un acto muy intenso. El muchacho rubio y algo petiso hundía su lengua dentro de la muchacha como buscando algo. Era una lucha, un serpenteo que cada tanto se dejaba ver para luego volver a esconderse tras las sabanas de sus cachetes. Ella cerraba los ojos, en tanto el los tenía la mayor parte del tiempo abiertos; Aquello era medio tétrico porque se le veía nada más que el blanco. Lo tomaba por la cintura y mientras sus dedos pulgares garabateaban algo a la altura de la pelvis, los demás de a momentos rasguñaban , pero eso al muchacho no le molestaba. Yo no tenía edad para saber que era aquello, o comenzaba a tenerla, pero lo cierto era que aquellos dos tenían toda mi atención, y no solo la mía. Un nuevo frenazo no los detuvo esta vez, el aferrado con fuerza a esa baranda del techo y ella a él, siguieron con sus juegos en aquel que ya era un escenario y no el pasillo. De tanto en tanto algún pasajero los interrumpía para pasar, pero lo hacían con la mirada baja y rápido, como aquel que se para en el cine en medio de la película. Dije que no era el único y eso era verdad; decir siempre la verdad es una de mis “virtudes”. A mi lado cruzando el pasillo un hombre pelado, de pulóver verde y pantalón marrón miraba con los ojos grandes como un búho, con una de las manos acariciaba las telas de su pantalón. El día era gris y esa luminosidad que entraba por la ventana le daba a ese hombre de facciones puntiagudas y piel transparente un aire tísico. Dos asientos adelante una joven se miraba en un espejo redondo del tamaño de su mano, pero yo había descubierto hacia un rato esa mirada tímida que dejaba escapar por sobre el espejo de tanto en tanto. Un hombre de traje que estaba también en el pasillo, cerca del conductor compartía una mirada por el espejo con este y luego volvía a la pareja que tenía a menos de un paso. Diría que este miraba a la muchacha más que a la pareja. Sus ojos bajaban del espejo al portafolios para luego llegar a las zapatillas y subir por las piernas desnudas que el jumper escocés dejaba al descubierto. Sus ojos se abrieron, el muchacho había ido un poco más allá y el jumper un poco más arriba. Yo les digo que de aquello bien no entendía, pero me gustaba, me excitaba, deseaba que aquello no se detuviera nunca y a juzgar por los ojos de algunos, no era el único. .
Un nuevo frenazo, el hombre de traje y portafolios pidió permiso a la pareja y como los otros (con la cabeza gacha y rápido) pasó hacia la puerta y bajó de un salto. Subieron dos personas nuevas una joven que tardó algunos minutos en encontrar sus monedas y luego se dirigió hacia la parte de atrás; La perdí de vista. La segunda era una vieja de dientes amarillentos que había subido al colectivo ya refunfuñando. Puso las monedas en la máquina y pasó empujando a la pareja que se detuvo. Los miró mientras pasaba con su cuerpo rechoncho. Tenía la cara fruncida y las cejas enojadas. Los observó de arriba a bajo mientras terminaba de pasar y luego se mordió el labio mirando a una de las mujeres que estaba sentada a un lado. Caminó y frenó justo a mi lado. Se dirigió a mi mamá –¡Estos jóvenes! Ya no tienen ningún tipo de pudor… antes…- Mi mamá asintió y me miró a mi; Los colegiales se habían detenido. –Hijo dejale el lugar a la señora- Yo seguía mirando a los jóvenes ¿¡por que se habían detenido!? –Hijo, dejale el lugar a la señora- Repitió mi madre con voz mucho más grave. Yo le dije que no quería y mi madre me miró con esa cara. Así que me levanté de mi lugar. Pensé “vieja de mierda, hace que aquello se detenga y para colmo me saca el lugar”. Y dije: ¡Vieja de mierda!
Mi mamá se puso roja y me pegó un palmazo en la nuca, la vieja de ojos bien abiertos me miró -¡Mal educado!- Luego la miró a mi mamá y comprendió que se había excedido o al menos lo pensó. –Mal aprendido- Dijo, mucho más suave. Varios me miraban, me condenaban y tuve que bajar la cabeza. Si eran tan correctos ¡¿Por que no le habían dado ellos el lugar!? Prefería mil veces haberles dejado el lugar a aquellos jóvenes para poder mirar el espectáculo bien de cerca. Las manos de él, las piernas y la entrepierna de ella. Por el contrario, la vieja tenía mi lugar. Ya estaba hecho, había cedido el asiento, ese era el comienzo de una vida de obediencia.
Mal aprendido, dijo la vieja.
Desde entonces me digo que algunos somos los MAL APRENDIDOS que, a medio enseñar, nunca abrazamos las buenas costumbres.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

siempre hay una vieja de mierda en un colectivo, va siempre hay una vieja de mierda...

Anónimo dijo...

muy bueno sobre todo "Prefería mil veces haberles dejado el lugar... ...para poder mirar el espectáculo bien de cerca." porque darle lugar a una vieja de mierda si si aguanten los mal aprendidos.

Anónimo dijo...

ummm cuanta literatura! cuanta poesia! a mi me parece que mas que destacar en la vieja(comentarios ant)a uds les hubiese gustado ser el muchacho rubio algo petiso... no?

Anónimo dijo...

jaja...muy buena historia!! siempre hay una vieja de mierda que nos caga la vida!!!jajaja...

Anónimo dijo...

las viejas de mierda nos prohiben disfrutar los pecaminosos placeres de la vida... tendria q haber mas mal aprendidos en el mundo y menos obedientes