lunes, 23 de julio de 2007

LA VERDAD Y EL CONEJO TRUNCO




Como cuervos mañosos.
Que dan vueltas en mi cabeza; Que no me dejan en paz. Todo ese conjunto de ideas truncas que ni merecen el rotulo de “Pensamiento”. Lisiadas, todas aspirando a algo. Tan infelices en esa búsqueda estúpida de “La Verdad” que nos atrapa a algunos. Almas débiles sometidas a las cadenas del pensamiento libre, nos mantenemos en ese entresueño de café y pastillas mientras la sombra nos cubre poco a poco. Ella (y no hablo de la sombra) nos avisa, nos dice que nunca a de ser descubierta y por eso debe ser buscada. Nos transforma en la esposa de Barba Azul, nos muestra la puerta pero no nos da la llave y la sangre.
¡¿Puede haber algo más atractivo?! Sangre, puertas, llaves…
¡Suerte la de aquellos que escucharon a pascal a tiempo! ¡Il faut s’abétir! Suerte de no haber caído en las garras de ese conejo que nos llama desde lo oscuro, donde el intelecto no se anima a hacer sus intentos.
¡Dan vueltas! ¡Chocan! Cada tanto algunas se juntan por un momento y parecen perder su forma amorfa. Pero es solo un rato y después un "nada" o un "quizás", el vacío de algo que se pierde, algo que no fue ni podría haber sido.
¿Por qué le hablo de esto amigo?
Porque ya veo los cuervos sobre usted ¡Aunque sean blancos no les crea! Se acercan tímidos, en forma de pequeñas preguntas a cosas triviales, pero es solo el comienzo amigo, solo el comienzo.
¡No mire hacia arriba! Mire hacia el frente, míreme con mis cuervos, vea que ya no son tan blancos, míreme más trunco que antes, cada vez más desvalido en la sombra, pero no se compadezca de mí. Yo elegí las cadenas que tiran al vacío, y quizás el problema sea que no soy fuerte ni valeroso. Pero las elegí y aquí estoy.
¡Que envidia! ¡Que dulce verlo a usted con su verdad! Caminando, esquivando los charcos y los mendigos, las vueltas a cada esquina, las hojas del otoño ¡Que fuerza irradia su paso firme! ¡Solo alguien con cimientos tan sólidos puede caminar así! Por eso le digo amigo que no mire hacia arriba, que los cuervos no tardan en llegar. Ya lo dijo Byron y no fue el único. La vida es demasiado corta para dedicarse al ajedrez.
Y pido disculpas, temo por usted, temo haber echado mis cadenas sobre sus hombros con estas palabras que talvez no debiera haber mencionado ¡Perdón! No era mi intención sembrar esa semilla, lo mejor será que no le siga hablando…



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