viernes, 6 de julio de 2007

EL CAFE Y LA MENTIRA


Me llegó así.
Y el café daba vueltas formando su espiral, podía sentir como el vapor me humedecía la cara mientras disfrutaba su olor. Me rasqué la nariz, me había perdido en aquellas vueltas. Clavé una galletita y rompí toda esa armonía molesta. La de mi cara, esa humedad, el café, su olor. Dejé la galletita por unos segundos y después me la lleve a la boca. Sabroso el café mezclado con la masa que se desarmó rápido y pasó a mi estomago.
Tiré lo que restaba de galletita a un costado de la taza. Me levante, caminé hasta mi cuarto y después a la pared, esa que queda a un costado del espejo. Claro ¡Estúpido! Ya no estaba ahí. Sabía que no estaba ahí. Hacía varios meses que el pudor había actuado. Volví hacia el escritorio y su cajón, el de más abajo. Saqué todo, las fotos, las cartas, los recibos y lo encontré al fin. Lo saqué y mantuve entre mis manos durante algunos segundos. Lo miré: Certamen, literatura, certifico, mención en narrativa, Ricard…
Lo saqué del cuadro que lo protegía y ya indefenso no dudé en abusar de mi poder. Gratificante el sonido de esas telas rasgándose; Ese papel perdiendo sus formas, una, otra y otra vez. Ya solo trozos, tampoco tantos ¿Era el final de la mentira? No ¡Era su comienzo! ¿Su comienzo? ¿Cómo? Era el comienzo de su existencia como mentira. Tomé los pedazos y los pegué desordenados ¿Desordenados? A mi modo, en la pared. Sobre eso escribí “Mentira” con fibra azul y gruesa. De mi pared hablaremos luego.
Lo miré de nuevo; Era el comienzo de una mentira, una mentira que antes solo lo era en esencia. ¿Dónde? En mi cabeza por supuesto, en la cabeza de aquel que me dio ese diploma y seguro en algunas otras cabezas que no me interesan….
Ahí está, ahora existe y si bien no la siento nueva, si distinta y a veces hasta duele un poco más. Nos miramos frente a frente, ella se sabe mentira y yo se que esa mentira es una verdad que ya no está atrapada ¿Así van las cosas? ¿De la esencia a la existencia? Lo cierto es que sin mi existencia esa esencia no hubiera “existido” pero nos estamos yendo… volvamos a mi café que se enfría. Debo confesarles que me siento un poco más aliviado, quizás es bueno destrozar alguna de nuestras mentiras cada tanto. Digo, dejarlas tomar materialidad, existir, dejarles saber que somos concientes de ellas…
Si así fuera, conviene siempre tener alguna guardada por si acaso algún café y su aroma nos juegan una mala pasada. Yo por mi lado escondo unas más ahí. Solo por si acaso… ¿Dónde? ¿Ustedes me lo dirían?

//mal aprendidos//

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