viernes, 5 de octubre de 2007

TIRÓ LA MANO Y ESCONDIÓ LA PIEDRA

 
¿Hacia cuanto estaba perdido en esas imágenes? La de la montaña, el lago, su hijo, las piedras, los reflejos. Y en el silencio que proponía aquel paisaje, volvió la vista hacia el niño para disfrutar el frió del viento que le golpeaba la nuca.
Continuaba haciendo lo mismo. Era un procedimiento sencillo, escrutaba el suelo hasta encontrar "esa" piedra, después se arrodillaba y desconfiado observaba las inmediaciones para estar seguro que la elección era correcta. Ahí si la agarraba, se levantaba y la tiraba hacia el centro del lago con todas sus fuerzas. Al observarlo sintió la calidez de verse reflejado. Se permitió volver a la infancia, a la libertad buena, esa que no pesa en los hombros o no lo suficiente. Esa de ingratos, que solo algunos logran conservar. Impulsado por aquello escrutó el suelo y ahí estaba. Ovalada y chata, su color pertenecía a alguna mezcla de azules, grises y negros. Se arrodilló y la agarró. La acarició con sus dedos mientras la miraba. Sintió la porosidad de sus lados, notó los puntos negros que aparecían regados con total asimetría, volvió a intentar encontrar un nombre para ese color y entonces lo sintió. La piedra se calentaba, la piedra lo quemaba ¡Y como lo hacia! Divagó pensando que había agarrado una braza y su mano se abrió por un acto reflejo para dejarla caer. Se miró la palma y no encontró ninguna señal. Se levantó con el rostro sorprendido mientras frotaba sus palmas. Todavía tenía esa sensación cuando pateó algunas piedras para tapar "esa". Volvió hacia su hijo que seguía en lo mismo. Metió la mano en el bolsillo, la piedra ya no estaba y entonces el alivio, el viento que volvía a golpearle la nuca.
"Pobre de aquel, que dedicado al pensamiento, sea capaz de exprimir una piedra"
//malaprendidos//


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